Lo que había en “el otro lado”, se decía que era maravilloso, que era un mundo mágico, era la felicidad misma. Al llegar, las parejas de animalitos se establecían y vivían una vida muy alegre al lado del compañero que habían elegido.
Todos los animalitos se apresuraban en elegir un compañero, porque tenían ansiedad por conocer “el otro lado”. Así que sin pensarlo mucho, elegían a quien tuvieran al lado y se subían a la canoa; querían llegar tan rápido, que no ponían atención al viaje, y a muchos, por ir tan rápido, se les terminaba hundiendo su canoa.
Un changuito, observaba y esperaba; no tenía prisa; quería elegir con delicadeza a aquel animalito con el que compartiría el camino, ya que sería un camino largo, y si lograban atravesar el lago de manera armoniosa, lo que les esperaba en “el otro lado”, sería todavía mejor. Esperaba serenamente, hasta que un buen día, se acercó un león:
– Hola changuito, soy el león, respetado y admirado por todos los animalitos que viven alrededor. Me gustaría mucho viajar “al otro lado”, y pensé que tal vez podría hacerlo contigo… ¿Ya tienes con quien compartir tu canoa? –
Hubo un silencio… el changuito y el león se observaron fijamente, sabían que ya se habían tratado anteriormente, pero por más que quisieron, no pudieron reconocerse. Dicho suceso, le dio buena espina al changuito, quien le respondió:
– Hola, no tengo con quien compartir mi canoa, pero creo que compartirla contigo sería una buena opción –
El león sin decir más se subió inmediatamente a la canoa, seguido por el changuito que comenzó a remar. Ya iniciado el trayecto, el león, comenzó a dudar de haber tomado la desición correcta, pensaba en que siendo uno de los animales más respetados por todos los demás, tal vez no sería muy bien visto con el changuito, ya que aunque éste era muy agradable y sentía mucha simpatía hacia el, no era una figura imponente para un león. Pensaba también, que tal vez ese camino por el que iba remando el changuito, era muy complicado, ya que iban contracorriente, y seguramente lo mejor para él sería cambiarse a una canoa que fuera por un camino más sencillo.
– Sabes changuito? disfruto mucho estar contigo, pero yo no quiero estar en tu canoa, no quiero viajar en ella, existen otros caminos para llegar “al otro lado” y este no es el que más me beneficiará– dijo repentinamente el león mientras el changuito seguía remando...
– ¿Y entonces porque estás aquí? – contestó el changuito confundido
–Porque debo confesarte que tu canoa es muy cómoda, y que la ruta que elegiste tiene un paisaje muy bello, es un prado muy verde, y estando aquí, yo me siento muy verde también, me gusta sentirme parte del paisaje, y me encantaría viajar por este lado, pero como te dije, yo ya elegí otro camino –
El changuito estaba encantado de la compañía de aquel león, así que no le quiso preguntar más, no entendía por qué, si no quería llegar “al otro lado” por el mismo camino que el, decidió subirse a su canoa; sin embargo, el changuito respondió:
–Ustedes, los que parecen ser más fuertes, nunca están seguros de lo que quieren, es esa misma apariencia, la que les estorba para poder ser verdaderamente libres. Pero no pasa nada; mira; te propongo algo; mientras tú decides que camino quieres en realidad, yo puedo seguir remando, estoy seguro que para cuando te hayas decidido, yo habré remado tanto por los dos, que ya estaremos “del otro lado” –
El león no chistó al escuchar la propuesta del changuito; lo que si era un hecho, es que se divertían muchísimo. Todo el camino conversaban, reían, aprendían uno del otro, jugaban, compartían; y mientras tanto, el changuito al mismo tiempo remaba sin parar, tenía muchas ganas por llegar al “otro lado”, acompañado por el león; quería que los dos, se establecieran al llegar y siguieran siendo compañeros de vida, de trayecto; ya que no había nada que el changuito disfrutara mas, que estar con el león. A pesar de que iban contracorriente, el changuito no perdía los ánimos en remar.
Después de un largo rato, el changuito se dio cuenta que por mas que remaba, sentía que no avanzaba, y se preguntaba ¿porqué?
– Ya hice de todo – se decía, – ¡Llevo muchos días remando sin parar! ¿Qué será lo que me falla? –
El león, con toda esa seguridad que le caracterizaba, le dijo al changuito:
– es evidente que jamás llegaremos “al otro lado”, quisiera poder hacer algo, pero de nada serviría, haga lo que haga, simplemente no tengo fé en que lo lograremos –
El changuito se angustió al escuchar al león; incluso el clima se tornó de ser ligero, a ser preocupante para el changuito; así que decidió demostrarle al león, que sí podían llegar al “otro lado”; y comenzó a remar más fuerte, y cada vez más y más; mostrándo su gran voluntad para llegar con el “al otro lado”, juntos, por ese camino y con esa canoa.
Mientras, el león, solo lo miraba, sintiendo una gran compasión por aquel animalito que no se rendía. El changuito seguía sin llegar a ningún lado; se desesperó al darse cuenta que llevaba días viajando en círculos; repitiendo una y otra vez el mismo camino; lo único que hacía, era darle la vuelta al mismo lugar. Al mirar bien su canoa, notó que había otro remo, y pensó:
– ¡Yeii! Si el león me ayuda a remar, seguro que entre los dos podremos llegar fácilmente hasta el “otro lado”, – pero al pedírselo, el león se negó a ayudarle.
– Quisiera ayudarte changuito, pero de verdad no puedo, tengo que guardar mis fuerzas para remar en la otra canoa, en aquella en la que si llegaré “al otro lado”; tal vez sea mejor que descansemos un poco – Dijo el león evadiendo al changuito.
El changuito le hizo caso al león y se quedó inmediatamente dormido; estaba cansado; al abrir los ojos, se dio cuenta que el león no estaba, había desaparecido. Después de llorar durante unas cuantas horas, se quedó estático por mucho tiempo, dejando que la corriente lo llevara en retroceso; analizando, pensando, recordando si lo que vivió fue real o solo lo imaginó…
Ahora observaba el camino que le quedaba por andar, y se dio cuenta que lo importante no era ya si el león había sido real o producto de su imaginación; sino que cuando son dos, los que se suben a la canoa; son estos dos mismos quienes deben remar a la par para poder llegar a algún lado, de lo contrario, no dejarán de dar vueltas por el mismo circulo una y otra y otra vez…
El león, real o imaginario, no quiso remar, el changuito, creyó que por tener una voluntad tan grande, podría sacar adelante el solo, la canoa en la que viajaban los dos, hasta que un día se cansó y entonces aprendió la lección.
De nada le sirvió al león llegar “al otro lado”; una vez que estuvo ahí, aprendió que a veces eres más feliz cuando buscas tu destino, que cuando en realidad llegas a él…
El león era tan vanidoso, que su historia debía ser perfecta; finalmente comprendió que la perfección es muy relativa, y que cuando encuentras a ese compañero, que te llena y con el cual eres capaz de compartir el trayecto de sus vidas, no lo dejas ir, porque a partir de ese momento, habrás encontrado tu verdadero destino, aunque no siempre sea aquel que idealizaste; ese “otro lado” a donde deseabas llegar.
¿Moraleja?
Que cada quien concluya la propia...
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